martes, 16 de junio de 2009


Me conoce, sabe mi nombre, pero lo mejor es que casi no lo pronuncia, me puede decir de muchas formas: Mate, Alvin, Jugador, Amigo, o cualquier otro personaje de su película favorita, pero el que prefiero escuchar es Papi o Papito.
Y sobre todo me gusta porque cuando lo dice su boca es un arco completo, sonriente, los dientes son más blancos que nunca. Sus ojos brillan y cuando me observan se detienen un momento, sólo un momento, como para analizar mi cara, mis facciones, mi gesto, como si quisiera capturar esa imagen en su cerebrito.
Por una extraña razón que todavía no logro descubrir, elegí ponerle mi nombre, Édgar, algo que nunca quise para un hijo mío, y no porque no me guste mi nombre, sino que se me hace demasiado cliché. Por eso, dentro de esa extraña situación que aún no puedo recordar porque quise ponerle ese nombre, también elegimos Iván. Entre todas esas rarezas que tiene el universo resultó que Iván era el nombre perfecto para él.
Estoy seguro que ha escuchado hablar de Iván el Terrible, bueno Iván no es sanguinario como aquel escandinavo, pero si les aseguro que es un niño inquietísimo y si se descuida un segundo encontrará que el guisante erróneo fue desparramado en su plato, o que su película favorita fue brutalmente rayada.
Pero también se dará cuenta que ese terrible pedacito de carne y hueso que hace tantas travesura también querrá lanzarle un abrazo y decirle Te quiero papito, para que usted no lo regañe o para que le compre una golosina.
Cuando duerme es un ángel,vh pero cuando está despierto puede verlo pasar correr sin ropa porque tenía calor.
Iván es tan inteligente como cualquiera de su gene-hvración, habla inglés, un español muy claro, y ambos fluidos y canta como los mismísimos ángeles, o al menos grita tan fuerte como un tren. Juega futbol, corre, dibuja, pinta, come y come y come y come y quiere durar hasta la madrugada viendo su película del Rayo Mcqueen, entonces ve mi cara de enfado y la de su mamá y sabe lo que pasa y entonces lanza una frase de adultos: ¿qué pasa aquí? Y corre a su cuarto a esconderse.
El primer año fue más difícil para mi esposa que para mí, levantarse a darle de comer, aunque en realidad ha sido difícil para los dos adaptarse a una vida brindada para Iván.
Las circunstancias en que llegó a nuestras vidas no es fácil de contarse, pero esas complicaciones hicieron que nuestro amor y cariño para él se convirtieran en lazos muy fuertes. Ahora viene lo difícil, porque darle de comer, y créanme que no es fácil ceder a sus antojos de galletas y panditas, es lo de menos; se viene la educación, poner los límites, ayudarlo a crear su personalidad, a forjar valores, analiza, intuye, reconoce, critica, y después de un largo y cansado día de trabajo, detrás del otro lado de la línea telefónica dice a su mamá: yo quiero hablar, yo quiero hablar, te quiero papi. Eso es lo que hace que valga la pena despertar y partirse el alma porque al llegar a casa él sacará el resistol para pegarla.

No hay comentarios: